¿Qué hago ahora?

agosto 2, 2020 § Deja un comentario

Vaya donde vaya sé quién soy.

(No me busco porque estoy conmigo.)

Me conocí muy bien.

(Conocerse bien limita.)

Asumes paredes a tu alrededor y te encierras.

(Del vacío externo el interior se desarrolla.)

Me conocí tan bien que no di espacio a lo desconocido.

(El camino.)

Me conocí tan bien que negué la inmensidad exterior y tracé límites.

(Desalambrar.)

Romper los postes y quemarlos.

(La ceniza marca el punto de partida.)

Desaprender.

(Ser de nuevo el fuego,)

El principio.

(y el final.)

..

enero 28, 2020 § Deja un comentario

Ser sin perecer. Abrazar la sensación que aparece en cada órgano al traducir alegría, pena, dolor, rabia. Saber que soy capaz de sentir y permitírmelo. Habitar el caos. Eso es felicidad.

Ocho

abril 16, 2019 § Deja un comentario

Siete. Seis. Cinco. Cuatro.

El tiempo no se siente, no se ve, no pasa, no nada. He aprendido a estar enojada con el tiempo como quien olvida cómo escribir en algo que no sea primera persona. He aprendido a enfurecerme contra el tiempo como quien ya no puede enfurecerse con el mundo. He aprendido a lanzar mi ira contra el tiempo como quien se la pasa recogiendo ínfimas pistas que le expliquen un poco lo que está pasando. He aprendido a esperar y a culpar al tiempo. Tiene sentido, ¿verdad? Aburrirte del mundo y volcarte contra la arbitrariedad de la luz y el adiestramiento del sistema. No somos nosotros, la culpa es de lo que nos han enseñado.

Gripe

marzo 12, 2017 § Deja un comentario

Conocí a un viajante una vez, un viajante de sueños. Golpeaba su pies dos veces y saltaba de sueño en sueño. Pasó una vez por los míos, de pura casualidad. Pasó cien veces con su resonar de tacos erráticos. Le conté sueños que fui inventando para que su viaje valiera la pena y, de tanto en tanto, actualizaba los de verdad en mi cabeza.

Claustro

febrero 24, 2017 § Deja un comentario

Abrió la caja y los contó. Diez. Pidió un deseo y siguió su día. Se sentó y vio las horas pasar como si fueran segundos. Abrió la caja. Nueve. Siguió su día. Se puso de pié y ejercitó sus brazos. Intentó leer pero le fue imposible concentrarse. Se quitó los zapatos y se sentó. Abrió la caja. Ocho. Siguió su día. Sirvió agua. Comió un plátano. Recibió visitas. Abrió la caja. Siete. Se sentó. Escuchó sin poner atención. Ni siquiera lo intentó. Se puso de pié. Abrió la caja. Seis. Siguió escuchando. Despachó las visitas como si nunca hubiesen estado. Siguió su día. Se sentó. Miró por la ventana y vio la Luna. Siguió su noche. Abrió la caja. Perdió la cuenta. Apagó su ansiedad contra el agua. Los chirridos le apartaban de la nada por eternos segundos. Intentó leer pero olvidó recordar lo leído. ¿Cinco? ¿Cuatro? ¿Tres? Se puso sandalias. Abrió la puerta. Se sentó. Nada. Se puso de pié. Caminó en círculos. Se sentó. ¿Tres? ¿Dos? Se quedó cruzada en un sillón. Recibió visitas. El cuervo de Poe no se comparaba con su mosca. Escribió. Uno. Absorbió el deseo. No puede dormir (y no despierta).

La delgada línea.

noviembre 23, 2016 § Deja un comentario

La silueta del mar se va desdibujando a medida que el sol se esconde y me acuerdo… Pareciera que de un libro me hubiesen robado los hechos y las palabras. Y me siento, y Pedro Páramo me llena la cabeza y no me deja reposar. ¿Qué esperan que haga?

Lapsus.

noviembre 13, 2016 § 1 comentario

He cambiado mis hábitos otra vez, por ejemplo:

Ya no leo diarios. Apenas leo libros. Casi no veo videos chistosos. Escucho poca música. No canto por los pasillos todo el tiempo. No me cepillo los dientes después de almuerzo. Fumo al menos un tabaco todos los días. Desconfío de la gente. Tengo menor respuesta a las muestras de cariño. Abrazo más. Peleo e insulto con mayor frecuencia.

Yo creo que todo empezó cuando dejé de leer diarios. Cuando ya no estabas para pedirme que te los leyera.

«Y uno vuelve a trabajar tras el funeral y toma decisiones y organiza la casa, y llega en la noche a llorar. Unos meses después llora menos. De hecho, hasta lo olvida a ratos cortos, cuando de pronto algo, un gesto, una risa, una canción, el cielo azul, la mañana, el frío, el calor, un libro, su libro, te recuerdan que nunca más lo vas a ver y en el siguiente respiro el aire pareciera no querer entrar a los pulmones, apretados.»

 

Picá

julio 13, 2016 § Deja un comentario

Podemos reescribir historias mil y una vez seguidas.

¡Mejor! Podemos reescribirles solamente los finales y autoproclamarnos los justos jueces karmáticos. Hacer del bueno el malo y del malo el santo. Dar vueltas las caras y hacer de sonrisas muecas de pena.

Podemos cambiar la historia y reírnos nosotros ahora, nos toca.

Temporal a medias.

abril 16, 2016 § 1 comentario

Pasa la gente bajo la lluvia, pasa la gente corriendo.

Paragua en mano y protección aldente, pasa corriendo la gente.

¿De qué se cubren? ¿De la limpieza de la pacha?

Corre la gente, paragua en mano.

Y yo aquí los miro, parada en la esquina.

Mojada como pitío, corriendo los veo.

Pisan la posa, me salpican las piernas y pienso…

yo nunca he tenido un paraguas.

En mis días.

abril 1, 2016 § 2 comentarios

Tanta fé no les tengo ni les he tenido. Creo que en algunas ocasiones he respondido a la pregunta con algún «si, repiante» pronunciado en el peor intento de imitación de acento argentino. Bueno, la cosa es que hoy, como siempre, tanta fé no les tenía. Y para explicar el viaje debo empezar por los detalles que a nadie le importan.

Dicen que las micros son espacios sociales que han pasado a ser instancia de enajenación, llegando a contaminar la dinámica social de, incluso, muchas áreas rurales. Sin embargo, en este espacio muchas cosas pueden pasar… como lo que me pasó hoy. Iba yo sentada plácidamente en un asiento individual, en mis piernas descansaba mi mochila azul en donde guardaba un libro, un cuaderno, una bufanda y una bolsita ziploc. En cierto momento me sentí invadida por el espanto, sentía algo extraño fluyendo por mi. Asustada y sin comprender la nula respuesta muscular de mi cuerpo, pensé: «¡Me llegó la regla! Pero no es posible, no ahora ni con tanto escándalo… ¡ME MEÉ!». Presa del pánico, procedí a dirigir mis ojos al desastre y, efectivamente, pude notar como mis jeans se habían vuelto oscuros gracias a algún líquido. Un mini infarto, de esos patatús casuales, me produjo un taldo y aquel brusco movimiento de mi cabeza me ayudó a hacer sinapsis y pensar de nuevo: «¡Recorcholis! ¡La botella de agua!». Abrí la mochila con exagerada ansiedad y, en busca de consuelo, revisé cuanta cosa había en ella. Así fue como encontré la bendita botella… abierta. Entonces recordé aquella vez en que esta misma bendita botella se abrió en mi mochila azul y mojó todo lo que en esta se encontraba… mojó mi computador. Recuerdo aquel día claramente. Sin embargo, los malos recuerdos se esfumaron apenas volví a premisa primordial del momento: era solo agua. Me bajé de la micro alegre y sin preocuparme de que, al verme, la gente pensara que no me habia aguantado las ganas.

Así fue como caminé al parque. Así fue como dibujé. Así fue como el humo empezó a correr y parar de reír se convirtió en nuestra misión imposible. Así fue como tuve que darme cientos de palmaditas en la cara para poder dejar de sonreír. Así fue como caminé de regreso, realizando extrañas poses para observar el cielo mejor. «Oye, ¿estai bien? ¡Aaahh, estaban buenos parece!».

¿Han notado como ciertos paisajes cotidianos llegan a parecer falsos? En ocasiones como esta, suelo sentirme como figurita dentro de una bolita de cristal navideña. El cielo parece tener fin, y los árboles y edificios parecen estar más cerca. De plasticina el paisaje y, para no desentonar, hay que caminar como monito de plasticina. Uunoo, uunoo, uunoo. Suma los hombros. Uunoo, uunoo, uunoo. Ya tienes una escena patética. Árbol. Agáchate y mira el cielo. Busca el ángulo perfecto en el que las ramas enmarquen al último piso del edificio del frente. Híncate y dobla la cabeza a la derecha. La imágen es perfecta tanto para los ojos que observan el cielo como para quienes observan al observador. De pié y para la casa pero… es una canción de calle y sería una falta de respeto encerrarse antes de que termine. Camina una cuadra extra en dirección opuesta a la casa. Se acaba la canción y hay que volver pero… ¡la canción debe terminar al entrar! ¡Corre! ¡Uno, uno, uno! Justo a tiempo.

Del ascensor ni hablar, le di alegría a la vecindad. De la canción ya no me acuerdo, de hecho tengo una duda… «¿le habré puesto play o no?»